6 de 6: 31 de Octubre
Ay, Halloween… Halloween. Es mi festividad favorita. Normalmente, la gente prefiere la Navidad por la cosa de reunirse, fin de año y demás. Pero yo no soy de esas. La Navidad me parece demasiada felicidad artificial acumulada. Yo soy una gore fan número 1 del Halloween, espero Halloween como quien espera su cumpleaños. Con más emoción que mi propio cumpleaños, incluso.
Había decidido salir de fiesta con Lucas. Él me invitó. En un principio, no tenía nada de ganas. Karen estaría allí y me empezaría a hacer la vida imposible, llamarme autista, gorda, rarita y derivados. Pero bueno, esta vez tendría salvación. Sabela y Jesús habían decidido acompañarme, y así ellos socializarían un poco con los demás chicos del grupo.
Nos estábamos preparando en la habitación de Sabela. Ella tenía tocador y aprovechamos el tirón.
-Fátima, sólo por curiosidad. Lucas no tendrá algún amigo guapo, ¿no?-Preguntaba mi amiga mientras se hacía la raya.
-No sé si te parecerán guapos, pero hay dos: Yeray y Valentín. Personalmente, el único que a mí me parece guapo es Cándido. Pero claro, es gay
Jesús giró la cabeza muy bruscamente.
-¡ESPERA! ¿Es gay?
-Si, pero tiene novio en Madrid, y no creo que le vaya a poner los cuernos tan fácilmente. Yo no me haría demasiadas ilusiones, Jesús.
-Ah…-Jesús, desilusionado, bajó la cabeza y volvió a mirar hacia el mostrador- Bueno
-Bueno, chicos-Me aplicaba la barra de labios rosa mientras seguía hablando-No sé si lo sabréis pero los amigos de Lucas son todos demasiado guays, extrovertidos y con aires de popularidad
-¿Y eso significa…?-Sabela arqueó una ceja.
-Os lo digo porque no quiero que hagáis el ridículo. Bueno… Que hagamos el ridículo
-¿Qué?-Jesús estaba igual de confundido-¿Por qué dices eso?
-Escuchad, somos un poco…
-Frikis, ¿verdad?-Sabela fruncía el ceño
-No, no diría frikis, yo…
-Raritos.-Decía Jesús
-¡Tampoco!
Sabela se cruzó de brazos. Parecía muy enfadada con todo lo que estaba diciendo.
-¿Entonces?
En menudo marrón me acababa de meter por no saber expresarme bien.
-Mirad, el problema no somos nosotros. Son ellos. Son muy de ir con la corriente. De ser demasiado “normales”. De hacer lo normal, vamos. Nosotros vamos a nuestra bola todo el tiempo, y es mejor que no lo demostremos
Jesús mostró la misma expresión de enfado que mi amiga mostraba.
-Conclusión, que quieres evitar que tus propios amigos sean ellos mismos
Me quedé mute. Completamente. Me acababa de dar cuenta de la tremenda gilipollez que acababa de soltar sin siquiera ser consciente. Lo peor de todo es que lo que Jesús decía era cierto. Tenía toda la razón. Estaba quitándole a mis amigos la oportunidad de expresarse de la forma que ellos quisieran.
Pero no podía evitarlo. Tenía mucho miedo de que me juzgaran. Ya no sólo que me juzgaran a mí, sino más bien que juzgaran el tipo de amigos que tenía. Estaba tan harta de ser vista como la rarita de turno, y veía que ellos nunca habían sido despreciados por la gente porque eran populares, así que tendría que esconder la unicidad de mi faceta diferente lo máximo posible.
Me quedé callada, mirando una vez más al tocador, y suspirando desesperada
-Mira, chicos… Vámonos.
-Si…-Sabela miró el reloj-Quedamos allí a las 9 y media. Se nos echa el tiempo encima.
Al momento, salimos de la habitación. Eran las 9 y debíamos apresurarnos si queríamos llegar a tiempo.
Teníamos la casa de Lucas a 15 minutos andando desde la nuestra, así que por eso mismo tardamos tanto en salir. No había necesidad de coger el autobús cuando tardaríamos entre cero y nada en llegar. Salimos a y cuarto y llegamos justitos a su casa.
Sabela y yo íbamos disfrazadas de brujas, y Jesús iba disfrazado de ángel malvado. Lucas nos abrió la puerta en ese instante. Me sonrió tan pronto me vio
-Hola, Fa. Has llegado a tiempo. Tenía ganas de verte
Sonreí sonrojada. Mis arañas pintadas en mi cara ni siquiera pudieron tapar mi rubor. Que vergüenza.
-Gracias…-Al momento, le cogí las muñecas a Sabela y a Jesús-Ah, escucha. Estos son mis dos amigos y compañeros de piso, Sabela y Jesús
Lucas saludó a ambos con un “encantado”, dos besos a Sabela y un apretón de manos a Jesús. Esa costumbre siempre me ha parecido muy machista. ¿Por qué las mujeres tenemos que recibir una muestra de cariño aunque no nos conozcamos pero a los hombres basta con darles la manita? Yo no quiero tener los fluidos de alguien que no conozco en mi cara sólo porque para las mujeres es la forma de cortesía correcta. Igualmente, ahora en 2020 con el virus este imagino que se perderá. Ya puede desaparecer del todo.
Entramos dentro del salón. Estaban Yeray, Valentín y… Karen.
Ésta se sentaba de piernas abiertas, cosa que siempre hacía cuando estaba cerca de hombres. Ya podéis imaginaros por qué.
Empezó a intentar aguantarse la risa cuando vio que Sabela y yo entrábamos por la puerta del salón.
-¡Hombre, pero si son las petardas!
Sabela estuvo a punto de ir a pegarle, pero yo la paré.
Lucas parecía incómodo ante la actitud de Karen hacia nosotras. Igualmente, no nos decía nada. Se sentó al lado de ella y anduvo pendiente de que nosotros tres nos sentáramos.
Me puse al lado de Yeray, quien estaba bebiendo una copa de ron. Parecía que me miraba por el rabillo del ojo. Cuando me senté al lado de él, me echó un vistazo de arriba a abajo mientras yo me limitaba únicamente a beber de la copa de vino que me había puesto. Él tragó saliva cuando se dio cuenta de que yo sabía que me estaba mirando. Miró hacia otro lado, pero luego me volvió a mirar.
-Y a ti… ¿Te gusta tu carrera?
Me entraron ganas de reír. Qué manera más básica de intentar ligar. Típicas preguntas totalmente triviales para empezar la noche de una cita después de que en Tinder te dijeran por el chat “te voy a morder la boca y agarrar el culo cuando te vea”. La única diferencia es que aquí no había un Tinder que nos separase. Pero no me hubiera importado que hubiese sido un poco más directo. Normalmente cuando un hombre me es directo se podría decir que se ha formado un acantilado al momento.
Pero qué se le va a hacer. Cada uno con lo suyo.
-Sí, claro. Me encanta.
-Está chulo eso de… la biología
-Si, aunque me metí porque tengo interés por la biología marina sobre todo. Creo que haré el máster de eso.
-Si… A mí me gustan mucho los caballitos de mar
No sólo era un intento básico de ligar, si no además ridículo. Pareciera que lo único que sabía sobre peces era sobre los caballitos de mar. Habría que llevarlo de gira por el Aquarium Finisterrae o algo.
La noche siguió su curso. Entre las 10 y media y las 11, tras la cena, llegaron los demás. Cándido, Nuria e Iraila. Los sofás eran bastante grandes así que Cándido se sentó y socializó con Jesús, e Iraila hizo lo correspondiente con Sabela. Me alegré bastante por ellos. Estaban socializando, y mi tontería anterior sobre si eran “raritos” y no iban a socializar había quedado como una imaginación mía. Me sentí bien y mal al mismo tiempo. Bien porque vi cómo estaban siendo aceptados. Mal porque prácticamente me burlé de ellos en su cara inconscientemente y realmente la que estaba socializando menos de los tres era yo.
Sobre esa hora, o quizás un poco más tarde, también noté el sueño invadirme. Estaba tan acostumbrada a despertarme a las 7 de la mañana y tan poco a salir que no estaba segura de que mi cuerpo fuese a aguantar toda la noche en pie. Además, estaban todos hablando de cosas que no entendía y conversaciones que me resultaban aburridas. Pero debía de ser fuerte. No iba a aguarme la fiesta a mí misma, desde luego.
Bostecé. Lucas me vio. Él estuvo toda la noche sin hacerme caso, acicalándose a Karen todo el tiempo. Pero cuando bostecé, me sonrió y se dio cuenta de que estuve allí toda la noche. Entonces, decidió acercarse a mí y sentarse a mi lado.
Cuando me tuvo delante, me tocó la rodilla, y me dedicó una cara de extrema preocupación, como si estuviera enferma o algo.
-¿Estás bien?
-Sí… No te preocupes.-Dije, sonriendo
-Te noto cansada.
-A ver, Lucas, madrugué… No lo puedo evitar…
-Ya sabes que si te quieres marchar no te cortes en decírmelo, ¿eh?
-No, estoy bien aquí… Además, no quiero dejar tirados a mis amigos
Lucas me sonrió y asintió con la cabeza, sabiendo que mientras yo estuviera bien, todo estaría bien para él también. Acto seguido, me acarició la cabeza suavemente, mientras seguía sonriendo.
-Si me necesitas, estoy aquí para cuidarte, ¿vale?
Acto seguido, bajó la mano hacia el muslo y la mantuvo ahí un rato.
Me quedé completamente callada. Me sonrojé también. No sabía cómo responder a eso. No sabía cómo reaccionar a esas acciones. En ese momento, sentí algo que jamás imaginé que iba a sentir nunca. Me mordí el labio, miré a Lucas y le sonreí, diciéndole un lento “gracias”, mientras él me contestó con otra sonrisa y subiendo la mano hacia mi moflete para pellizcármelo suavemente con los dedos.
Poco después, giré la cabeza. Vi a mis amigos. Me quedé flipando… Sabela… estaba… ¿Ligando con Iraila? Las veía demasiado juntas. Me quedé alucinando un rato. Nunca podría haber adivinado que a Sabela le gustaran las chicas. O por lo menos eso parecía. Sabela no es cariñosa, pero lo estaba demasiado con Iraila.
En cuanto a Jesús… Bueno, giré la cabeza hacia él y al momento lo perdí de vista porque se había marchado con Cándido, cogiéndolo de la mano. Vale, Cándido era un cerdo poniéndole los cuernos a su novio mientras él estaba en Madrid, esperándole. O ya no estaban juntos. Quise pensar que lo que pasaba era lo segundo, pero la gente es muy cabrona y mentirosa en ocasiones.
Doce y algo de la noche. Mis amigos estaban a su bola y yo estaba aburrida. MUY aburrida. Claro, que al final el sueño… Me pasó factura. Un buen cacho. Bueno, y el vino. No podemos decir que el alcohol no es un poco cabrón a veces. Me perdí absolutamente todo lo que había pasado durante al menos 45 minutos.
Estaba sopa. Soñé. Soñé con una cosa que nada más despertarme olvidé. ¿Pero lo único que recuerdo del sueño? Es que estaba Lucas. Que me estaba mirando, me estaba acariciando la cara y el pelo y me estaba diciendo que todo saldría bien. Poco después, me fundió entre sus brazos. Estábamos en el cielo. Encima de una nube. Había más cosas, pero no recuerdo más. Sin embargo, fue ESE momento del sueño el que me estuvo rallando durante toda la condenada noche.
Y precisamente, fue en ese momento del sueño en el que noté como la nube se balanceaba. Era Lucas despertándome. Abrí los ojos y la boca lentamente.
-Que
Pronuncié aquel “que” con una voz ronca y baja, con tono de sueño y resultado de un despertar repentino. Para que me entendáis: Mi voz era algo así como la de un tiburón fumador de dibujos animados. Y tampoco hay mucha diferencia a lo que es todas las mañanas nada más despertarme.
Todo el mundo se empezó a reír. No pude detectar si se reían de mí o se reían conmigo. Pero puestos a que era una situación muy ridícula, y que la mayor parte no eran mis amigos, pensé con un 90% de probabilidades que se reían de mí. Sabela era la única que no se reía. Me miraba más bien con cara de póker.
Estaba encima de las piernas de Lucas. No sé cómo, pero había caído dormida ahí. Lo increíble es que hasta ese momento nadie, ni siquiera él, se había dado cuenta. Él también rió, pero lo hizo suavemente y acariciándome la nuca mientras me miraba sonriendo con una abierta sonrisa y los ojos achinados. Fue lo único que me distrajo de las presuntas burlas de los demás por quedarme sobada en una fiesta universitaria. Me limité a sonrojarme.
-Che, nos vamos a la discoteca. ¿Querés venir o preferís quedarte?-Me preguntaba Valentín mientras se levantaba del sofá
-Perdonad chicos…-Me levanté y me froté los ojos-Si, voy con vosotros. Es que me desperté esta semana a las 7 de la mañana y ahora me he quedado dormida… Pero yo creo que aguantaré
-¿Estás segura, tía?-Me preguntó Sabela, preocupada. Estaba en brazos de Iraila.
-Si, no te ralles.
Al momento, nos levantamos. Iríamos por el Orzán. En aquel entonces no existía ni el Pelícano ni el My. Además, justo esos años habían cerrado la discoteca Green. Sólo existía el Playa, pero valía un pastón la entrada de Halloween, así que nos limitamos a ir con la “chusma”. Y yo bien contenta. Ya bastante tenía con el maldito alquiler del piso que era lo que me faltaba tener que pagar por una entrada de discoteca.
Anduvimos toda la noche de discoteca en discoteca. De pub en pub. Hasta las 7 de la mañana o así. Creo que bailábamos una hora en una y luego nos metíamos a descansar en otra. Nada diferente a lo que es una noche de fiesta en Muxía. La peor pesadilla de la noche fue en la discoteca Lolita. Y no fue precisamente por la discoteca. Agarraos, que se viene salseo del bueno.
Eran las 5 y media de la mañana. Sonaba “Work Bi***” de Britney. Ahí, yo me sentía verdaderamente cansada y moría por volver a casa. Había estado toda la noche sin separarme de Sabela y de Jesús aunque estuviesen pegados como lapas a sus ligues. Lucas siguió sin hacerme caso, porque seguía acicalándose a Karen. Sin embargo, cuando a mí me entró el cansancio, este sueño que no te deja ni levantarte de la cama y el dolor de pies de tanto bailar generado por mis taconazos me impedían seguir aguantando la noche.
Miré a lo lejos, buscando insistentemente a Sabela y a Jesús.
-Sabela, yo quiero marcharme a ca-
Y ahí la vi. Se estaba liando con Iraila. ¿Al lado? Jesús. Liándose con Cándido. Para ellos, aparentemente, no existía nada más. Nada más que las personas con las que se liaban, por supuesto. Miré alrededor. Todos liadísimos. Valentín y Nuria aparentemente también tenían algo, porque estaban comiéndose los morros cada uno con un cubata en la mano.
Sabela con Iraila, Cándido con Jesús, Valentín con Nuria y, si mirabas detrás tuya, te encontrabas otra cosa…
Lucas… Besando a Karen.
Casi tiro el cubata. En ese momento, sentí algo muy raro. Algo que hacía mucho que no sentía y que tampoco podría describir. Un nudo en la garganta que me consumía con mucha fuerza. En ese instante, odié a Karen más que nunca. Más que todos los años de buying. Ese momento era de odio intenso y no sabía por qué. Poco después, noté el problema. Lo que me estaba pasando. Y sólo me quería morir.
Sorpresa, chicos… Lo descubrí en ese momento...
Descubrí que me gustaba Lucas.
Sólo quise alejarme. Salir corriendo del local. Evitar a toda la gente que se me metía en medio o todo aquel que estuviera en el local. Ver a uno de mis mejores amigos y a mi peor enemiga con creces juntos y liándose era ya de por sí una pesadilla. Pero quién me iba a decir que esa pesadilla se intensificaría dos semanas más tarde, cuando me enteraría de que tenía sentimientos por él.
Intenté marcharme, pero se me cruzó alguien en el camino. Era Yeray
-¿A dónde vas?
-A casa. Estoy cansada.
Intenté apartarme de él. Pero él insistía en ponerse en medio de mí. Me miró fijamente y me sonrió con una sonrisa que se hacía incómoda.
-¿Por qué habrías de irte? La noche es joven
-Yeray, insisto, estoy cansada
Seguí apartándome. Esta vez, no me paró.
Pero sí que, detrás mía, me agarró del brazo. Me giré y me miró
-Vamos a pasarlo bien…
Al momento, me invitó a un cubata. No a uno, sino a varios. En cuanto bebí todos esos cubatas, empecé a entrar en una burbuja de borrachera y a ignorar todo lo que estaba pasando... En ese momento, me daba igual todo. Estaba abierta a hacer de todo, cualquier cosa que me propusieran. La noche era joven y nada me importaba más en ese mundo que probar cosas nuevas.
Graso error.
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