9 de Septiembre: Parte 2 de 6
Primer día de clase. Qué nerviosa estaba. Aún recuerdo la manera en la que mis piernas y mi barbilla empezaron a temblar tan pronto crucé la puerta de mi piso.
Tenía la presentación a las 10 de la mañana. Sería en el salón de actos de la facultad de Ciencias. Habían decidido ponernos a los de Química y a los de Biología en diferentes horarios. Claro, normal, éramos unos cuantos. Menudo follón hubiera sido si no.
Cogí el autobús en la parada de la iglesia de San Pedro de Mezonzo. La virgen, tardé siglos andando. Y era una condenada cuesta abajo. UNA CUESTA. O sea, imaginaos cómo fue la vuelta. En fin, será mejor que os ahorre detalles.
Llegué allí aproximadamente a las nueve menos diez. Estaba histérica. En cuanto encontré a todo el mundo esperando en la puerta, adivinad quién llegó. Exacto: La ansiedad social.
No sabía con quién comunicarme ni a quién acercarme. Lo de siempre. El miedo al desprecio. El miedo al rechazo.
Mis pensamientos precipitados me invadieron en lo más profundo de mi ser. Noté como mis piernas temblaban como si sintiese debajo mía un potente terremoto.
“Vale, Fátima, no te puedes hacer esto… No puedes seguir teniendo esta ansiedad social. Recuerda lo que te dijo Sabela: Te van a querer. Alguien aquí tiene que ser tu amigo. Vamos, Fa… Tú puedes”
Di dos pasos hacia una chica con un café que estaba sentada en un banco frente a la puerta. Pero total, para qué. Tardé dos minutos en retrodecer hacia atrás.
Me eché las manos a la cabeza, pensando que nadie se iba a dar cuenta.
“¿A quién quiero engañar? ¡No estoy preparada para esto! Me voy a morir…”
¿Qué hice? Pues obviamente, sentarme en el mismo banco donde estaba aquella chica. No me canso de cagarla.
Sin embargo, en cierto modo, se podría decir que tuve suerte. La chica me miró y me sonrió, sin mostrar sus dientes. Yo la miré de vuelta, con expresión de duda. Nos miramos un rato. Su sonrisa se intensificó. La pobre debía de pensar que yo era tonta.
-Hola
Vale, ¿qué hacer? ¿Cómo reaccionar? Una persona siendo amable conmigo y sonriéndome me parecía en aquel entonces tan imposible como me lo parece ahora que Rihanna saque por fin su nuevo disco. Imaginaos hasta qué punto había llegado mi buying y maltrato psicológico entonces.
¿Qué se me ocurrió hacer? Naturalmente, le respondí con otra sonrisa. Me cuesta ser amable si no he recibido amabilidad de vuelta, pero no le iba a poner cara de perros. Parecía una chica simpática y agradable, y se veía de lejos que tenía intenciones reales de ser maja conmigo.
Tragué saliva y me sonrojé. El aire salía de mi boca. Iba a decir esa palabra que me veía incapaz de decir.
-Hola…
ENHORABUENA, FÁTIMA. LO HAS SOLTADO. ¿Cómo te sientes? Más cómoda, ¿verdad?
Como podéis imaginaros, mi conciencia en ese instante estaba haciendo un mundo por decirle hola a una persona desconocida. Como si no fuera lo que hago con todos mis vecinos de los cuales no sé ni el nombre.
Después de siquiera hablar, sólo se me ocurrió apretar el banco con mis dedos de la presión.
-Nervios, ¿verdad?-Me dijo ella
-Si. Es lo que tiene la universidad.
-Tranquila.-Me tocó el hombro- Nos irá bien. Mi madre siempre dice que los años de Universidad son los mejores años de nuestra vida. Yo le creo.
“Ya puede tener razón” pensé
-¿Cómo te llamas?
-Fátima
-Yo soy María.
No me lo podía creer en ese preciso instante. ¿Estaba socializando tranquilamente y sin obstáculos con una chica que estaba siendo maja y agradable conmigo? ¿De verdad? Para empezar, ¿alguien me estaba tratando como a un ser humano? ¿Era esto una simulación? ¿Era esto real? No lo sabía con exactitud. Sólo sabía una cosa: Me encantaba.
Entramos justo en ese momento a la presentación. El decano hablaba más lento que yo por las mañanas en las presentaciones de Geografía. Pero parecía majo. Nos instruyó sobre todo lo que debíamos saber sobre la Universidad y todas las instalaciones. No voy a mentir: Yo estaba muy contenta con toda la información que estaba recibiendo.
En el asiento, María y yo hicimos otra amiga. Se llamaba Antía. Parecía también agradable, aunque también parecía que estaba un poco loca.
La presentación duró una hora. Justo después, no teníamos más clase en lo que quedaba de día. Por lo tanto, María, Antía y yo nos fuimos a tomar algo a la cafetería.
-¿No os ha parecido que el decano era más lento que Dory hablando balleno en Buscando a Nemo?-Antía nos miraba arqueando sus cejas.
-Si, era lento.-Decía María- Pero era agradable. A mí me cayó bien.
-Por lo menos se molestó en darnos información medianamente útil-Farfullé.
Nos sentamos en una pequeña mesa al fondo de la cafetería. La cafetería era más grande que mis ganas de vivir. Bueno, y aún es. ¿Pero lo bien que se come y se comió siempre ahí? Simplemente, no tengo palabras.
-¿De dónde sois, chicas?-Antía nos sonreía y alzaba sus hombros esperando nuestras respuestas.
-Yo soy de Muxía
-Yo de O Barco.-Decía María-Lo sé. Muy lejos. Un coñazo.
-Yo soy de Lalín. Sí, tengo que acostumbrarme a coger el tren. Aunque he de decir que me ha costado un ojo de la cara.
-Si te sirve de consuelo-Reí- yo he tenido que tragarme un viaje de dos horas y pico desde Muxía en autobús porque hacía trescientas paradas en toda la Costa da Morte y Bergantiños. Lo peor de todo es que en coche es sólo una hora y veinte.
-Yo tengo tren, pero son como cuatro horas y media de viaje.-Decía María mojando el pan en la salsa-Siempre voy en autobús y me paro en Ponferrada para evitar complicaciones
-Tías, venimos de puebluchos de mierda y aún así vamos a estar aquí encerradas en esta ciudad de pijos.-Antía miraba a los alrededores y, acto seguido, nos miró a nosotras-Me diréis, ¿cómo vamos a gestionar todo este ambiente?
-Nah, no te ralles. Lo haremos juntas.-María sonreía.
Yo en ese instante también sonreí de oreja a oreja. No pude evitarlo. O sea, había conocido a estas dos chicas desde hacía horas y sentía como si las conociera de siempre. Me habían dado más seguridad que personas que conocía desde Parvulitos. Está claro que lo que cuenta es la calidad y no la temporalidad.
Entre ellas y Jesús, sólo tenía clara una cosa: Que mi vida universitaria iba a ser todo lo contrario a lo que fue en el instituto. Quizá por fin pudiera salir más del caparazón. Cuanto menos, sacar la cabecita y conseguir abrirme más con la gente.
Estaba preparada para abrirme a conocer gente y a nuevas experiencias. Este preciso momento de mi vida me estaba dando la confianza suficiente para hacerlo. Como diría doña Belén Esteban, ahora… Me toca a mí.
Esta parte es muy corta, y cómo los días y las partes de los bloques tienen que ir separados, mañana por la noche, ¡publico la parte 3! En realidad, ambas partes están bastante conectadas. El domingo ya publico la cuarta y seguimos publicando cada dos días como es habitual.
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