3 de 6: 10 de Enero
Era el día del examen de Citología. También, sería el mismo día en el que acudiría al decanato a mostrar las pruebas de denuncia y pedir la dimisión del profesor.
Lucas y yo habíamos tomado la decisión de ir juntos. Las chicas tenían que volver a estudiar, pero me apoyarían desde la lejanía. Lucas decidió apoyarme desde el primer minuto.
Estábamos esperando pacientemente frente a la puerta del decanato a que salieran los anteriores. Estábamos sentados, y Lucas tocaba mi muñeca suavemente.
-¿Estás nerviosa?
-Un poco… Tengo miedo de que me vuelva a mandar a la mierda
-Tienes las pruebas, tienes la denuncia de la comisaría en tu mano, tienen que hacerte un mínimo de caso…
-No confío en ellos
Él simplemente suspiró.
-Lo comprendo. Debe de ser complicado. La última vez se comportaron como imbéciles.
Bajé la cabeza y golpeé mis pulgares, mientras me sostenía a mí misma las dos manos, entrecruzando mis dedos de ambas. Lucas me tocaba la pierna mientras miraba para la puerta del decanato con incertidumbre.
Las personas que estaban previamente en decanato salieron justo después. Lucas y yo nos levantamos. Empecé a temblar, un hormigueo entraba en mi cuerpo invadiéndolo por completo. No tenía palabras para describir el miedo que en aquel momento sentía. Tragué saliva. Pero él estaba ahí. Lucas estaba conmigo. Y me lo demostró agarrando mi mano y entrecruzando sus dedos con los míos, mientras me dedicaba una mirada de compasión que me deseaba suerte de forma no verbal.
Llegamos al decanato. Una vez más, el decano me miraba de reojo.
-¿Qué queréis?
Me levanté, mientras mi corazón latía como una bomba a punto de explotar.
-Soy Fátima, otra vez. Vengo a demostrar que mis denuncias de abuso en contra de Juan Calixto Gago son verdaderas.
-¿Ya estamos con esas otra vez? Sigue tu vida, no nos importa.
-No, es que no es sólo eso-Fruncí el ceño-Quizás te interese leer todas estas maravillas.
Y al momento, le pasé todos los papeles que había acumulado.
El decano ojeó los papeles sorprendido. Los leyó de arriba a abajo, y su cara parecía de incredulidad. Dejó los papeles en la mesa y me miró fijamente. A mí sólo se me ocurrió temblar
-Vale, ¿me estás diciendo que Juan Calixto Gago es un farsante?
-Si. No es catedrático. Ni tampoco es docente de verdad. Sólo entra en las Universidades de Galicia para violar a mujeres.
Esta vez me miraba serio. No pareciera estar tomándose a broma mi situación. Al ver su impotente expresión, no pude evitar soltar un suspiro de alivio.
-Vale-Se sentó de nuevo en su silla y se limpió las gafas-Si lo que dices es verdad, me temo que tendremos que llamar a la policía y meterlo en la cárcel
-Hemos hablado con la policía ya. Me dijeron en Comisaría que os mostrase todos estos papeles.
-Está bien. ¿Tienes el número de la policía? Tendremos que ir a detenerlo personalmente
-Que así sea.
Acto seguido, el decano llamó a la policía. Lucas y yo nos estuvimos mirando mientras él hablaba con la policía. Yo sólo cruzaba los dedos, esperando por qué todo saliera bien y la justicia actuara en contra de él.
Terminó la llamada. El decano nos miró, como si nos estuviera examinando. Yo me limité a mirar a Lucas mientras me preguntaba el significado de su mirada.
-La policía nos esperará en nada con el coche. Tendremos que ir hasta la puerta de la facultad.
Asentimos con la cabeza y dimos la vuelta de camino a la puerta. El tiempo de espera constó de un par de minutos nada más. Prácticamente, el tiempo que lleva desde la Guardia Civil hasta la Universidad.
Lucas me acariciaba la espalda, demostrándome que, a pesar de todo, iba a estar conmigo en esta situación y que me iría a acompañar al juicio y a toda la tasca. En un momento dado, dejó de tocarme la espalda con el fin de atraer mi cuerpo hacia el suyo y apoyarme en él, para que me tranquilizase. Yo miraba con incertidumbre a la salida del autobús para ver si el coche llegaba a tiempo.
Llegó. Nos sentamos en el coche de la policía. Jamás en mi vida creí que iba a montarme en un coche de policía, y era una cosa que me preguntaba constantemente cuando era pequeña. ¿Qué sería montarme en un coche de policía? ¿Daría miedo? ¿Respeto? Igualmente, no era yo la que estaba siendo detenida, así que a la larga podría respirar tranquila.
-¿Dónde vive Juan Calixto Gago?-Preguntó la policía con duda-¿Sabríais decirnos?
-En Sada. No sé la dirección
-Calle Pontedeume, 5.-Dijo el decano, mirando detenidamente las fichas de profesores-Lo pone en su ficha de docente.
-Allá vamos.
En ese preciso momento, partimos en nuestro camino hasta Sada. No voy a mentir; la idea de ir hasta allí y recorrerme media hora en el coche del policía no me hacía mucha gracia. No había estado nunca en Sada, y en mi cabeza era incluso más lejos de lo que llegó a ser en realidad, o al menos lo que me pareció que fue.
Creo que llegaron a ser alrededor de 20 minutos. Si, menos de lo que alcanzaba a recordar. Igual fue porque alcanzamos la carretera a tiempo desde las afueras de A Coruña. Empecé a temblar. Tenía miedo de que Calixto me viese al momento y quisiera hacer cualquier cosa conmigo. Miré a Lucas con una mirada por la cual él interpretó el miedo que tenía en ese momento. Su respuesta a ello fue una pequeña caricia en la rodilla.
-Fa… No te tienes que preocupar tanto… Todo saldrá bien.
-¿Pero y si me hace algo? ¿Cómo voy a reaccionar?
-Está la policía de nuestro lado por si hubiera algún problema. Debemos acudir a ella siempre y cuando tengamos problemas.
Sonreí. Lucas siempre me había dado la seguridad que tanto necesitaba. Y qué menos que lo pudiera hacer en un momento tan complicado como el que en ese instante estábamos pasando.
Llegamos a la puerta. Mi corazón latió a la percusión de un tambor. El policía timbró a la puerta. Sé que es un abusador, pero imaginaos estar tan tranquilos, yo que sé, cortándoos las uñas o leyendo un libro y que al rato llame a tu puerta la policía para decirte que estás detenido o que vas a ser sometido a juicio. No sé, la sola situación en verdad asusta y se agradece a partes iguales, puestos a que el castigo se lo lleva un abusador.
Pasaron un par de minutos hasta que Calixto abrió la puerta
-¿Si?
-Calixto, soy del decanato
-¿Juan Sergio? ¿Qué hace usted aquí en mi casa?
-Sólo te pido que bajes. Hemos de hablar contigo
-¿Hemos…?
Noté su expresión de terror en su voz. Quería sonreír. En otra ocasión distinta no hubiera reaccionado así, pero os juro que mi sueño en aquel preciso momento, y desde hacía tres meses atrás, era ver a Calixto encerrado alrededor de un montón de barrotes de metal.
Tras ponerse a dudar, Calixto colgó y decidió bajar. Siendo honestos, he de decir que todavía a día de hoy me pregunto qué sería lo que estuviese pensando en ese instante. Me quedé mirando a la puerta, esperando que bajase por las escaleras o el ascensor. Lucas me abrazaba mientras tanto.
Cuando él bajó, vestido de cualquier manera y con los pelos despeinados, mostrando así su semblante de maldad y engaño reflejado en la cara, no se llevó una agradable sorpresa al vernos a mí y a Lucas con la policía. Ni mucho menos
-¿Qué está pasando aquí?
-Juan Calixto Gago-La policía le puso las esposas-Está usted detenido
-¿Qué? ¿Por qué…?
-Fingir su identidad, su trabajo y abusar sexualmente de sus alumnos
Calixto presentó un estado de shock indescriptible. Luego, nos miró a mí y a Lucas. Aproveché el tirón para burlarme en su cara, y al momento, cogí todos los documentos que me habían dado en la comisaría. Sonreí mirando para él, en total y sumo silencio, mientras él me miraba con los ojos entrecerrados y frunciendo el ceño. ¿Yo que hacía? Seguía riendo… Seguía riéndome y mucho.
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