3 de 6: 13 de Diciembre

No pasó nada más entre nosotros desde ese día. De hecho, siquiera volvimos a mencionar ese tema. Nos volvimos a Coruña al día siguiente a primera hora de la mañana, como si nada hubiera pasado. Ambos tratamos por todos los medios de evitar el tema apropiadamente.


Me querréis matar, pero honestamente, en ese momento no quería salir con él. O por lo menos no me lo podía permitir. La conexión con él era demasiado fuerte para ser real y a lo mejor un paso precipitado podría terminar en una desgracia. Por otra parte, él se iría en un mes. Para siempre. Sabe dios si lo volvería a ver. Una relación a distancia en ese instante me sonaba a un paso de gigante muy importante, y a mis 18 años es cuando sabía que todavía estaba empezando a vivir. Era demasiado precipitado tomar rienda de momentos de mi vida que puedan suponer un cambio muy repentino en mi madurez emocional. Una cuestión de rigidez.


Durante la semana, se notó más distante. Por no decir que prácticamente no hablábamos casi nada, más que el miércoles en clase y alguna cosa suelta por WhatsApp. Nuestra preciosa relación que pareciera que se iba a convertir en noviazgo nos había durado un total de UNA semana. Desde luego, era algo que no me gustaba nada.


Pero igualmente, no vamos a hablar de él ahora.


Era viernes, y había vuelto antes a casa. No tuve clase esa mañana. El profesor había ido a un congreso, con lo cual, mis padres fueron a recogerme el jueves a la noche para llevarme de vuelta a Muxía.


Ese viernes me desperté por la mañana. Estaba a punto de dirigirme a desayunar a la cocina cuando oí unos llantos raros y sospechosos. Venían de la habitación de mi hermana, así que enseguida me di cuenta de que se trataba de ella.


La vi en la cama, mirando constantemente al móvil, y con los ojos muy fijos en la pantalla. Me preocupé severamente por ella. Estaba más delgada que nunca. No sólo su cuerpo era preocupante, si no que además su cara estaba pálida, triste, sin vida. Carente de sentido o expresión. Sólo era capaz de ver a una adolescente que había perdido toda su luz y alma. Y creo que nada me ponía más triste que eso.


Sentí la necesidad de ayudarla. Parecía indefensa, con lo cual, no creí que me fuera a echar a patadas. Me senté en la esquina de la cama, mirando para ella. Carraspeé, y ella se limitó a mirarme y girar de nuevo la mirada. Pero yo no pensaba tirar la toalla.


-¿Qué pasa, Candela?


Miré sus ojos. Estaba llorando. Muy profundamente además. Me miró y, aunque no pareciera que me fuese a responder, fijó mucho sus ojos en mí


-¿Quieres decirme algo?


-Fátima…


Se acercó a mí y me abrazó la cintura, mientras que yo le correspondí acariciando su mano. Me eché a llorar yo también. Me sentía casi tan indefensa como ella. Nuestras respectivas expresiones eran realmente muy similares las unas de las otras.


Después de abrazarla, me quedé mirando para ella, quién seguía derramando lágrimas


-Fátima, me siento un monstruo…


-¿Por qué?-Le pregunté, acariciando su cabeza y con dulzura en mi voz.


-Mírame. Soy fea y parezco un esqueleto andante y…-Se echó las manos a la cabeza-¡Él no me quiere!


-¿Quién no te quiere, cariño?


-Álex… Álex no me quiere


-A ver, Candela. ¿A ti de verdad te tiene que importar lo que diga Álex o no diga Álex? ¿Acaso tu belleza depende de él?


-Dice que parezco un monstruo… Se supone que era su amiga, Fa, no lo comprendo…


Reí de forma irónica y puse los ojos en blanco


-Un amigo JAMÁS te diría que pareces un monstruo. Un amigo JAMÁS te echaría abajo por tu físico. Y desde luego, NO DEBES REBAJARTE A LA OPINIÓN DE UN HOMBRE.


-Pero él me gusta mucho… Y quiero satisfacerle


-¿Y crees de verdad que esta es la forma? ¡Mírate! Estás esquelética, tu salud es inestable, y te estás poniendo aún más en peligro POR UN HOMBRE.


-¡No es sólo por él, Fátima!-Se levantó y se miró al espejo-¿Tú ves a todas esas mujeres delgadas de los desfiles de modelos? ¿Tú ves a las Kardashian? ¿Por qué no puedo alcanzar ese estatus?


-Mira, hermanita, te voy a decir una cosa y te la voy a explicar bien: Todo eso es UNA MENTIRA. Las modelos son mujeres obligadas a estar así que seguramente acaben como tú o peor. Las Kardashian no son más que objetos de belleza que pretenden lavarle el cerebro a chicas como tú haciéndoles creer que esa es la belleza que una mujer debe tener. ¡Son mitos, Candela! No somos perfectas.


Candela me miraba, aturdida. Pareciera que hubiese encontrado la ciudad de la Atlántida con todo lo que le estaba diciendo.


La llevé hasta el espejo, sujetándola de los hombros


-Te vas a hacer daño al cuerpo, a tu salud mental y a tu salud física… ¿Y a qué precio? ¿Para alcanzar la misma falta de salud de esas mujeres y conseguir parecerte a ellas pero no en el físico, si no en la salud mental? ¿Conseguir que un hombre te insulte y te trate de monstruo? ¿Crees de verdad que la sociedad o los hombres son los más indicados para opinar sobre nosotras o nuestros cuerpos?


No…-Se secó las lágrimas con la mano


-¡Pues entonces!-La giré hacia mí-Mírame a mí. Sí, tu hermana mayor. Sí, soy ancha de cuerpo. Sí, tengo barriguita. Sí, soy imperfecta. Pero son tus imperfecciones las que te hacen perfecta.-La volví a sujetar de los hombros-Si hay alguien ahí detrás de ti que de verdad te quiera, sea un chico, una amiga, o lo que sea, te va a querer tal y como eres, y no tienes que correr el riesgo de convertirte en un saco de huesos para conseguir que alguien que NO te quiere, te quiera. ¿Tú no te has parado a pensar que quizás lo único que han hecho amigas como Ruth o chicos como Álex haya sido hundir tu autoestima?


-Ellos se preocupan por mí, Fátima…


-¡No! Ellos no se preocupan por ti. Se preocupan por la sociedad corrupta que se aferra a los inalcanzables cánones de belleza. Y tú no debes aferrarte a ellos tampoco.


Me siguió mirando, llorando todavía más. Yo también me eché a llorar y me sequé las lágrimas al momento


-Mira, Candela… Papá, mamá y yo estamos muy preocupados por ti… Tememos que te mueras. Queremos que salgas bien parada de esta situación, pero la que debe luchar contra esto eres tú sola.


-Quizá…-Ba la cabeza-Quizá deba tener en cuenta tus consejos después de todo…


-Nada me haría más feliz-Me acerqué a ella y le toqué la cara con mis dos manos-Hermanita… Mira, desde que alcanzaste tu adolescencia no hemos estado unidas… Y te has cohibido mucho conmigo y has dejado de contarme tus problemas cuando tú y yo hemos jugado y nos hemos divertido durante horas juntas cuando éramos chiquitinas. ¿No es así?


Candela asintió con la cabeza, secándose las lágrimas y mordiéndose el labio superior


-Deberías confiar en mí… Si estas inseguridades te carcomen, ¿por qué habrías de enfrentarlas haciendo cosas que sabes que no van a salir bien? Me tuviste preocupada durante mucho tiempo y nunca tuve la oportunidad de hablar contigo del tema para que me contaras con más detalle porque tú me evitabas… Y sobre todo, evitabas contar el problema a la gente


Bajó la cabeza, tratando de ocultar las lágrimas que aún le quedaban.


-Lo siento, Fátima… Lo siento mucho… Tenía… Tenía miedo de como pudieras reaccionar


-No me vuelvas a ocultar nada, por favor… Y mucho menos cosas que tienen que ver con tu salud.


Candela asintió con la cabeza. Por primera vez en muchos años me veía realmente unida a ella, y el hecho de que se hubiera desahogado de esa forma conmigo me resultaba cuanto menos acogedor y agradable. Al momento, se echó hacia mi y me abrazó con mucha fuerza


-Te quiero mucho, Fa


-Y yo a ti, hermanita…-Empecé a llorar con más fuerza que ella.


Estuvimos un rato así. Yo no podía parar de llorar. El hecho de que se hubiera desahogado conmigo y que hubiera podido ayudarla es algo que a mí me resultó muy reconfortante. Tan reconfortante como ver a mi hermana tener intención de enfrentar el problema sin ningún miedo a perder.


Mientras la abrazaba, la notaba pequeña, vulnerable, escondida en una ventana de vergüenza. En un momento dado, miró hacia arriba, fijando sus tristes ojos en mí…


-Fátima, creo que no me encuentro muy bien…


En ese momento, lloré con más fuerza y la abracé con más fuerza aún. Esa frase me decía algo que, por mucho que anduviera evitando, claramente iba a pasar. No lo quería asumir. Lo intenté. Pero era imposible aceptar que pasaría. Era imposible saber que mi hermana pequeña estaba cada vez más al borde de la muerte provocada por una anorexia nerviosa grave.

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