5 de 6: 23 de Noviembre

No os preguntéis nada con respecto a Xoel. Estuve toda esa semana sin saber de él. El viernes 15 no bajó a nuestra casa ni nos lo cruzamos y a la semana siguiente no estaba en Coruña. Ni siquiera contacté con él para preguntarle. Después de la dura traición que cometió conmigo no tenía en absoluto necesidad de hablar con él de nada.


Estuve una semana entera en la mierda. Oía todo el rato el rumor, por todas partes. Nadie hablaba de otra cosa que no fuera la “chica cerda de 1 de carrera que le chupó la polla al profesor de Geología”. O sea, yo. Nadie sabía quién era, pero conocía el rumor, y es como si lo supieran. Es como si me observaran. María, Antía, Víctor, Miguel y Aitana desconocían que se tratase de mí, pero hablaban del tema, y no parecían darse cuenta de cómo lo evadía. Nunca llegaron a saber que esa chica era yo. Me daba miedo decirles que todo era un rumor y lo único que había pasado era que él me había acosado sexualmente.


Fue una semana muy mala en cuanto a mis ánimos se refería. Hasta que el 20 de Noviembre Lucas se acercó a mí y me preguntó si quería que pasáramos el fin de semana juntos. Le dije que me tendría que marchar de vuelta a Muxía, pero que podría venir conmigo. Efectivamente, lo hizo. Se vino con nosotros a Muxía durante el fin de semana.


Era sábado y estábamos paseando por el puerto él, yo y Sabela. Sabela estaba preguntándole muchas cosas raras


-A ver, cuéntame, ¿has hecho muchas guarradas sexuales en este intercambio?


-¡Sabela, vale ya!-La miré arqueando las cejas.


-¿Qué? Por lo menos no soy como tú, me gusta hablar de estas cosas con la gente sin tabúes


Lucas tan sólo se rió.


-Me caes bien, Sabela. Tú y Fátima hacéis un buen tándem como amigas


Siendo francos, tenía razón. Aunque mentiría si dijera que nunca tuve envidia de la actitud de Sabe ante la vida. Cuando la mía siempre ha sido miserable, la suya ha consistido en decirse al espejo “Yo soy así, y si a la gente no le gusta, que se aleje de mí”. A mí nunca me había pasado algo así. Pero he podido complementarme bien con ella.


Qué tontería de comentario!-Dijo ella, y acto seguido me agarró del hombro-Vamos, Lucas, por algo es ella mi mejor amiga, ¿no?


-¿Aunque hagas el ridículo delante de otros amigos?-Sonreí irónica-Claro que sí, sis.


Los tres comenzamos a reírnos a carcajadas. En un momento dado, Sabela dejó de reír y miró al reloj.


-¡Uy! Qué tarde-Miró a Lucas-Bueno, Lucas, tron, yo me tengo que marchar, que he quedado con… una persona


-Oh, ¿un maromo?


-No. Una chica.


Sí, chicos. Sabela, con Iraila, descubrió su bisexualidad.


-Ah, vale…-Lucas se quedó pensando y, luego, se dio cuenta-Creo que ya sé quién es…


Y si. Había quedado con Iraila esa misma tarde para enseñarle Muxía


-Pues eso-Se alejó poco a poco de nosotros, caminando hacia atrás-Bueno, guapísimos, pasadlo bien en vuestro paseíto por este pueblo.


Dejó de caminar hacia atrás sólo para darse la vuelta, guiñarme el ojo y susurrarme:


-Sé que te gusta. ¡Ve a por él!


Luego, se volvió a dar la vuelta, mientras yo ponía los ojos en blanco. Yo me quedé observando a Lucas. Sus trazos faciales tan perfectos y coordinados, mientras él seguía con una dulce y brillante sonrisa en la cara tras haber conocido mejor a la loca de mi mejor amiga. Luego, me volvió a mirar a mí, sonriéndome. Yo me sonrojé, mirando al suelo.


-Bueno, eh… ¿Te gusta Muxía?


-Si… Me gusta mucho. Galicia tiene un toque muy distinto a Canarias.


-¿En qué sentido?


Lucas se detuvo en la barandilla del puerto y colocó ahí sus hombros.


-Se podría decir que agradezco ver de vez en cuando un poco de vegetación. En Canarias todo es desierto, el calor es agotador… Pero aquí, además… Eres capaz de oler también el olor del mar y de la pesca y es algo que me encanta.


-El olor a pescado es algo muy característico de los pueblos costeros… Todo el pescado que comiste hoy viene de estas aguas. Mi familia pesca, ¿sabías?


Lucas suspiró.


-Me gustaría aprender…


-Te enseñaremos


Me volvió a mirar. Me volvió, una vez más, a sonreír. Cada vez que me sonreía, sentía como si se derritiera algo dentro de mí. Quizá fuera mi corazón. Esa sonrisa traía consigo un sentimiento de zona de confort que se mostraba cada vez más adorable y envolvente, transmitiendo un aura que ni yo misma era capaz de describir. Estaba a punto de cogerle la mano, pero me eché atrás. En su lugar, decidí echar una mirada furtiva hacia abajo, y después, lo miré de reojo.


-¿Y mi familia? ¿Qué te ha parecido?


-Me han caído muy bien…-Se dio la vuelta y apoyó los hombros en la barandilla-Tu padre y tu madre son encantadores… Sin embargo, tu hermana…


No me gustó oír cómo ponía a mi hermana como una excepción. Pero me lo veía venir. Mi hermana tenía una actitud de negligencia hacia todo debido a su enfermedad, con lo cual su actitud con otras personas iba a ser fría a causa de evitar siquiera que alguien notara su problema.


Aún así, no pude evitar ponerle ojos tristes a Lucas.


-¿Mi hermana? ¿Te ha caído mal?


-No, pero… Estaba muy rara en la mesa. Nos hinchamos a comer, pero ella no probó bocado. Pilló un berrinche incomprensible y… ¿Se fue? Le pasa algo raro. Además, que no habló… Y creo que después la oí… ¿Vomitar?


A cada rato que oía a Lucas describir a Candela, sentía dolor en mi interior. Él desconocía por completo toda la mierda por la que mi hermana estaba pasando, y ya me diréis cómo se lo iba a contar. Yo me limitaba a mirar al mar. A esconder mi dolor. A esconder las lágrimas que en ese preciso instante escaparon de mis ojos.


No pensaba que Lucas se fuera a dar cuenta de que estaba llorando. Pero lo hizo. Se dio cuenta, porque me miró de reojo. En cuanto hizo tal, aprovechó para cogerme de la mano.


-Fátima… ¿Estás bien?


No dije nada. Sólo me dejé consumir por las lágrimas. Él se preocupaba cada vez más por mí, hasta el punto de agarrar mis dos manos con mucha fuerza y seguir mirándome fijamente. Yo evitaba su mirada, dejando mi llanto aflorar y procurar que él no pudiese mirar mi expresión de extrema tristeza, cargada de dolor y confusión.


-Fa… Escúchame... ¿qué te pasa?


-Candela tiene anorexia


-¿Qué?


-Si… Por eso actúa como actúa. No es rara, Lucas, está perdiendo la cabeza porque quiere tener un cuerpo de infarto y con ello ha acabado por desarrollar la enfermedad…


-Dios… Siento mucho todo lo que dije, Fátima, yo no quería…


-No, es igual… Pero igualmente, no sabes por qué a mí me afecta tanto…


-Normal que te afecte, es tu hermana pequeña, te entiendo, mira, yo…-Lucas me sujetaba las manos cada vez con más fuerza.


-La anorexia es grave… Mi hermana se va a morir


La cara de Lucas también mostró tristeza en ese instante. Yo seguí mirando, también queriendo bajar la cabeza y mirar hacia otro lado. Pero Lucas siguió buscando mi mirada


-¿Cómo que… Se va a morir?


-El médico nos da los diagnósticos cada semana. Mi madre siempre me llama para decir que la situación de Candela se está volviendo cada vez más crítica. Ella no está haciendo nada para controlarlo, porque lo único que le interesa es satisfacer a la sociedad… Y sólo así se satisfará a sí misma… Se saca fotos desnuda a las redes sociales, y cada día veo los comentarios de un montón de gilipollas riéndose de ella y de su cuerpo… Y eso lo único que hace es ponerla peor


-Fátima, tienes que ayudarla…


-¡No puedo! No me escucha, Lucas. No sabe ni que existo… Y yo cada día que la veo, cada fin de semana, la veo todavía peor… Me quita toda esperanza en esta vida de que ella pueda salir ilesa de esta enfermedad, y no sé qué más puedo hacer para ayudarla…


-¿Vuestros padres no pueden hacerlo?


-No… Nadie puede hacerlo. Va a seguir con esa idea en su mente hasta que finalmente se muera…


Empecé a llorar de verdad. Lo que antes se trataba de simplemente soltar lágrimas ocasionales se convirtió en llantos intensos de dolor. Lucas sintió mucha pena por mí y, ante esto, cogió mi cabeza y la apoyó frente a su pecho. Mi llanto se intensificó. Estar entre sus brazos era lo que más necesitaba en ese momento, pero no era consciente de ello.


Le devolví el abrazo hasta que simplemente nos fundimos en ese abrazo, sin pensar en nada más. Nunca antes me había sentido así de protegida por nadie. Mis llantos se seguían intensificando cuanto más tiempo pasaba abrazándole. En un momento dado, busqué su mirada, mientras él la encontraba y aprovechaba para sonreírme.


-¿Por qué me apoyas tanto? No soy más que una desgraciada.


-Ya. Y yo una persona que quiere acompañarte en tu viaje de desgracia.


Bajé la cabeza de vuelta a su pecho. Él me acarició lentamente el pelo, pegando su boca al mismo. Yo sólo suspiraba y lloraba. Sentía un calor que era incapaz de describir, pero que me hacía ver cada vez más y más que lo que sentía por Lucas era MUY intenso.


Me soltó y me miró a los ojos, sujetando mi cabeza.


-Vámonos a casa


Le hice caso y nos fuimos en dirección a nuestra casa, mientras mi llanto se iba deteniendo a pocos.

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