DICIEMBRE 2013: PARTE 1 DE 6 (2 de Diciembre)
Desde aquella noche, mi relación con Lucas cambió, y desde mi punto de vista, para bien. Empezaba a notar cada día más que realmente sentíamos algo el uno por el otro.
Dejad que me explique con claridad: Había varios puntos que asentaban mi idea. En primer lugar, me hablaba con mucha más frecuencia. Ya fuera llamándome por teléfono o hablándome por WhatsApp. Cuando yo no podía hablar por lo que fuera me decía “¿te puedo llamar después?” o buscaba cualquier pretexto o excusa para conseguir mi conversación, como por ejemplo “vi x cosa y me acordé de ti. A todo esto, ¿cómo estás?”.
En segundo lugar, el viernes nos encontró a todos en la cafetería. Me miró directamente a mí, pero antes saludó a todos. Sin embargo, saludó a Víctor y a Miguel con un choque de puños a cada uno, mientras que a María, Antía y Aitana les chocaba la mano o les daba un pequeño abrazo de una milésima de segundo. Pues bien, conmigo no pasó eso. A mí se me echó encima de una forma muy tierna y cariñosa, rodeando mi cintura con sus robustos brazos y llenándome la cara de besos, como si la última vez que me hubiera visto fuera hace un año, o como si me hubiera pasado algo. Creí que se trataba de una casualidad, y quise pensar que los abrazos a las chicas tenían una connotación parecida, pero las miradas sugestivas de mis amigos me decían que obviamente el cariño que me estaba dando Lucas no era el típico que le das siquiera a tu mejor amigo. Por muy cariñoso que sea. No era algo común. Y más teniendo en cuenta que a los demás no los recibió igual.
En tercer lugar, y último, cuando me marché de su casa el Jueves por la mañana, él me miró con cara de tristeza. Como si me fuera durante años para no volver. Se ve que no tenía ganas de que me marchara, y eso en cierto modo me parecía cuanto menos sospechoso. Cuando me marché por la puerta, me abrazó de la misma forma que lo hizo el viernes, intensificando su cara de pena. Creo que estuvo un buen rato abrazándome, hasta el punto de que yo hice el amago de tener pocas ganas de su abrazo porque, guess what, LLEGABA TARDE A CLASE.
Del 28 de Noviembre al 1 de Diciembre estuve todo el tiempo rallándome, tratando de preguntarme a mí misma cómo era posible que él me estuviera tratando así, cuando en realidad era un cariño que después de años de desprecio era incapaz de entender.
El lunes 2 de Diciembre iría a su casa a pasar la tarde para hablar sobre el trabajo de Geología que muy a mi pesar tendría que hacer ya que el decanato es un asco. Estaba con Sabela y Jesús en casa al mediodía, a la hora de comer, y poco antes de marcharme. Estábamos hablando del tema. Sabela estaba empeñada en que realmente él estaba enamorado de mí y que debía de dar el paso.
-Honestamente, Fátima, yo creo que deberías lanzarte
-Pero no entiendo sus intenciones, Sabela. Igual me quiere sólo porque me ve como una hermana o algo parecido. Imagínate que me lanzo y paso directamente a la friendzone.
-Nena, yo tengo a mi mejor amigo Abel, que es como mi hermano, y es gay como yo. Y no lo trato así, lo trato como a un hermano-Aclaró Jesús, asentando su punto de vista sobre la situación
-Además, que esa necesidad de estar pegado siempre a ti va mucho más lejos que la amistad
Los miré, arqueando una ceja
-¿Vosotros creéis?
-¡Por supuesto! Seguro que sigues encontrando pruebas que cada vez certifican más que ustedes dos van a ser novios.-Aseguró Sabela, de brazos cruzados y con una mirada de seguridad y confianza.
-Bueno…-Dije, bajando la cabeza
Decidí seguir comiendo, aún con las dudas carcomiendo mi cabeza y girando en círculos alrededor de ella.
Había quedado con él a las 5 de la tarde. Salí de casa alrededor de las cinco menos veinticinco. Tenía su casa ahí al lado. Si de verdad creéis que iba a salir 300 horas antes estáis muy equivocados.
De camino iba escuchando “The Monster Remix”, la versión que Becky G hizo de su single “Problem” precisamente para Hotel Transilvania, y que el mismo Lucas me había enseñado. Sí, señores: Becky G tenía cosas antes de Mayores y derivados, y mucho mejores.
Entré a la casa. Lucas me abrió y me volvió a dar el cariño que había recibido el viernes. Me dejé fundir por su abrazo, bastante largo. Sin embargo, aún sumergida en sus brazos, eché un ojo a vizor hasta el fondo de la sala que se veía desde la puerta y me encontré con una desagradable sorpresa…
-Karen…-Murmuré, con un tono cortante y seco.
Si. La otra viniendo tan de tranquis. Yo estaba casi segura de que Lucas la había olvidado, pero le tenía que ver el careto otra vez.
Lucas oyó mi susurro y me soltó, muy preocupado.
-Ah, cierto. Karen está aquí, sí. ¿Te… Te molesta que esté?
-¡No, Lucas, por qué me iba a molestar! ¡Que esté donde quiera, no la vayas a echar por mi culpa!
Fingí una risa falsa. Obviamente, sí que me molestaba. Y mucho.
Me acerqué a la sala. Estaban todos. No sólo Yeray, Valentín y Karen. Si no también Cándido, Iraila y Nuria. A mí el ambiente de por sí no me parecía lo suficientemente cómodo, pero Lucas dijo que le apetecía trabajar con ellos cerca y que trabajaríamos en la mesa del comedor. Antes de sentarse en las sillas del comedor, le dio un beso en la mejilla a Karen. LE DIO UN BESO A KAREN. Le-dio-un-beso-a-Karen.
Me quería morir. Pero más me quería morir cuando ella me miraba con sus sugestivos ojos mientras él le besaba la mejilla. Como si supiera lo que estaba pensando.
Estuvimos trabajando prácticamente toda la tarde. En esos instantes, él siempre aprovechaba para poner su silla cada vez más cerca de la mía, para tocar mi mano o mi muñeca cada vez que hablábamos. No miraba a Karen. No miraba siquiera a los demás. A veces tenía la sensación de que ni siquiera se centraba en el trabajo. Sólo me miraba a mí. Hacía constante contacto visual conmigo. No paraba de sonreírme. No miraba a nadie más. Mirad, honestamente después de vivir eso y previamente vivir el beso que le plantó a Karen en mi puta cara no podía dejar de sentir como si la cabeza me diera vueltas. Creo que yo tampoco estaba del todo concentrada en el trabajo.
Terminamos alrededor de las ocho. Pudimos acabar el trabajo. Sí, señores, a pesar de todo el percal de tensión y de atracción sexual Lucas y yo pudimos conseguir nuestro objetivo del día, que era terminar el trabajo. Y también a pesar de que los otros estuvieran hablando de cosas a gritos. A veces la vida te da sorpresas, ¿no?
Abandonamos el comedor y los demás, después de haber hecho barullo, se habían marchado a casa antes. Todos menos Karen. Quise entender por qué mierdas Karen se quedó cuando sus compañeros de piso se piraron con las manos en la masa. Lo entendí posteriormente.
Antes de marcharme a casa, Lucas me detuvo un instante.
-Voy un momento a la cocina, tengo un par de plátanos de Canarias que mi madre envió para ti, por si te interesa
-¡Oh, sí! ¡Por supuesto que me interesan!
-Genial-Me dio un beso en la mejilla-Te los doy y ya te vas de casa con ellos. Luego limpio una cosa que se me quedó en el tintero en la cocina y te acompaño a la puerta, ¿vale?
-Vale…
Sonrió y desapareció de mi vista, hacia la cocina. Le miré sonriendo, y con los ojos caídos. A veces me daba asco a mí misma de lo enamorada que andaba de ese hombre.
Karen se me quedó mirando, con una mirada que sugería cosas que desde luego… No me hacían demasiada gracia. Me di cuenta cuando me giré hacia atrás y la vi mirando hacia mí ¿Y quién estaba detrás? Sorpresa, marranas… YERAY.
-Vaya vaya vaya…-Rió ella-Veo que tú y Lucas tenéis una relación muy estrecha, ¿eh? Pero te olvidas de algo, ¿no crees, bonita?
Arqueé el labio flipando. No era capaz de entender qué pasaba. Karen interpretó mi mirada y cogió a Yeray de la muñeca, mostrándomelo. Él ponía cara de pena. Y ahí recordé el punto… Cómo iba a olvidar la forma en la que perdí la virginidad borracha con la persona equivocada. Buenos recuerdos.
-Fátima…-Titubeó, tímido y con expresión de decepción
-Vale…-Me di la vuelta-Mejor decidle a Lucas que cojo los plátanos mañana
Intenté escapar de su vista, pero ella me agarró del brazo bruscamente y me giró hacia ellos.
-No, no, no, señorita, tú no te vas a ninguna parte… Tendrás que contarle a Yeray que eres un poco mentirosa, ¿no?
-¿Mentirosa por qué?
Él me miraba amenazante y de brazos cruzados. No me puedo creer que la estuviese apoyando.
-Andas detrás de Lucas y te acuestas conmigo, hombre, muy ortodoxo no es que digamos
-¿Perdón? Yo no elegí acostarme contigo
-Nena, por muy pedo que estuvieras, TE ACOSTASTE con Yeray. ¿Y ahora persigues a Lucas como perra en celo a ver si consigues follártelo a él?
Sólo pude mirar a Karen, suspirando cabreada. Todo lo que estaba diciendo no tenía ningún sentido. Ella aprovechó mi silencio sepulcral para pasearse alrededor de mí
-Me sorprendes, Fátima… Me sorprendes para mal, pero me sorprendes. Quién me iba a decir que ibas a pasar de ser la timidilla antisocial de turno del instituto y de Muxía y ahora has pasado a ser… Una puta
-¿UNA QUÉ?
-Hombre, esto de andar persiguiendo a hombres no es algo muy digno de una señoritinga medio puritana como eres tú. ¿Pero tú sabes de verdad cómo meter un pene en un coño? ¿De qué te sirve ir por la vida haciendo un papel de fresca?
-Bueno, sí, puede que tengas razón. Me acosté con Yeray. Pero no te da derecho a llamarme puta, Karen. Que me haya acostado con Yeray no quiere decir que me haya enamorado de él, el mundo no funciona así
-¡VES!-Chilló, apuntándome con el dedo-Ahí está el punto. Te acuestas con uno y luego persigues a otro. Eso, nena, es ser una PUTA.
-Yo me enamoré de ti, Fátima-Replicó Yeray de brazos cruzados-y tú me rompiste el corazón en añicos
Yeray, hijo, tú deja de ser un machito y respétate un poco, que te hace falta.
-PERDONA. ¿Cómo que te enamoraste de mí? Nene, no nos hemos visto más que dos veces en nuestra vida y no hemos vuelto a hablar desde que nos acostamos. ¿En qué forma te ibas a enamorar de tal manera de mí?
-Le enamoraste, Fátima. ¿Eres incapaz de verlo? Y jugaste con él… Ahora quieres acostarte con su compañero…
Lloré de la impotencia. Me estaba volviendo a hacer la vida imposible. Esto tenía que ser una pesadilla
Karen notó mi llanto y empezó a reírse de mí de nuevo, con una cara de tristeza fingida.
-Ooooh, ahora la pedazo puta quiere llorar… ¿Por qué no le lloras a Lucas para que vaya a tus bracitos? Así seguro que consigues follártelo, reina.
-Por favor, Karen… Déjame en paz…
-Admítelo, Karen tiene razón…-Farfulló Yeray- Eres una puta
-TÚ TAMBIÉN DÉJAME EN PAZ, IMBÉCIL
Me sentía perdida. Estaban metiéndome presión hasta el punto de maltrato. Karen me acorraló contra la pared y me empezó a empujar. Yeray la apoyaba.
-¡VENGA, AUTISTA, ADMITE QUE ERES UNA PUTA! ¡ADMÍTELO DE UNA VEZ Y MUÉRETE O ALGO!
-DÉJAME EN PAZ
Acabé salvada por la campana en ese instante. Lucas salió con los plátanos y vio todo el percal. ¿Recordáis lo que pasó en Octubre donde defendió a Karen y me miró mal a mí? Bueno, aquí pasó algo distinto
-¡KAREN, YERAY, QUÉ HACEN!
Karen se quedó callada y me soltó después de prácticamente mirarme mal. Le sonrió a Lucas.
-¡LUCAAAS! Llegas justo a tiempo, my friend.-Me miró, bajando su sonrisa-Venga, Fátima, cuéntale qué te pasa con él.
Me quedé mirando para ella, aún con lágrimas en la cara. Luego, volví a mirar a Lucas. Él se me quedó mirando arqueando las cejas, incapaz de entender lo que estaba pasando
Yeray sonrió también de forma terrorífica e impotente, haciéndome sentir aún más pequeña.
-Eso, díselo, que sepa la puta que tiene como amiga.
-¿Por qué la llaman puta?-Farfulló Lucas. Luego, me miró a mí-Fa, ¿qué está pasando aquí?
Suspiré. Me metí dentro de un agujero negro del que me veía incapaz de salir. Era el agujero negro de la incomodidad y la vergüenza. Me puse las manos en los bolsillos, mirando para abajo y suspirando llena de tensión, agobiada… Para qué mentir. Estaba teniendo un ataque de ansiedad. Y serio, además.
Las lágrimas cayeron con más intensidad por mi cara. Lucas me cogió de la barbilla y me miró, susurrando
-Sientes algo por mí, ¿verdad?
Me miraba de forma muy complementaria a como Yeray y Karen lo hacían. Me demostraba, con sus enormes y verdosos ojos que poseían unas pupilas grandes y tremendamente dilatadas, que estaba deseando que lo dijese. Que él también me quería. Y que, en el momento en el que lo dijese, él se iba a echar encima mía y me iba a besar. Lo iba a hacer frente a Karen y a Yeray, e iba a demostrar que Lucas y yo nos queríamos y que lo de ser una “puta” estaba dentro de su imaginación. Porque yo no quería andar buscando a hombres. Ya lo había encontrado. Se llamaba Lucas. Y me estaba besando.
Pensé en todo eso y, en ese instante, lo quise gritar. Se lo quise decir. Su mirada me decía que él lo iba a amar. Que iba a adorar oír esas palabras. Esas palabras que te gritaban lentamente “Me gustas”.
Pero miré a Karen y a Yeray. Ellos me miraron sonriendo, pero esperando a que hiciera el ridículo. Estaba incómoda. En una burbuja. En un limbo. En una situación en la que desconocía si quería saltar hacia un lado o hacia el otro. Pero decidí irme al lado nocivo. Al mal lado. Miré al fondo de la casa. Empecé a hacerlo. Empecé a andar de vuelta a la puerta de la casa sin decir palabra. Sin despedirme. Sin coger los plátanos. Sin mirar atrás. Me debía marchar. Me debía ir. Se acabó. No iba a seguir en un bucle de sí o no. Era mejor simplemente evitar mi situación de incomodidad.
Dejé a Lucas con una mirada de incertidumbre en cuanto me vio marchar. No verbalmente, me estaba pidiendo que volviera, agarrándome el brazo, pero yo lo solté inmediatamente, echándome a correr hacia la puerta.
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